Durante el paseo del otro día, y del que dejé constancia en la entrada anterior, también me encontré con uno de esos curiosos encantos de esta ciudad, el descubrir oficios ya casi desaparecidos, como el del señor que reparte hielo. Generalmente para pescaderías o restaurantes, pero no se qué otros usos que no me imagino pueden tener, lo curioso es que este señor lleva los bloques de hielo en bicicleta y los carga y descarga él mismo sin ningún problema. Tan fácil como esto en pleno invierno shanghainés.
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