La antigua Mogadur, es hoy en día Essaouira, una curiosa y pintoresca población de la costa marroquí, a la que de nuevo ViajesMarrakech muy acertadamente, nos recomendó visitar en nuestra estancia en Marrakech.
A tan sólo 3.30h de coche de la ciudad Ocre, se encuentra este enclave portuario por el que los portugueses pasaron hace años y en el que dejaron no sólo el rastro de construcciones típicas de su cultura (imag01), como los castillos o fuertes junto al mar para vigilar la llegada de barcos, y cuya construcción esta mochila ya conocía de Brasil.
La zona del puerto fue para mi, sin dudas, la mejor de la visita puesto que allí el tiempo parecía haberse detenido, los pescadores llegaban en barcazas de madera pintadas en color azul oscuro (imag02), pero lo más impresionante fue ver los "astilleros" donde se seguían construyendo barcos a la manera artesanal, con madera, y viendo todas sus costillas, viendo el proceso en los diferentes cascos dispuestos unos al lado de otros(imag03). Sentir el olor de mar, los gritos de los pescadores al llegar y estar viendo esos esqueletos en construcción fue una de las mejores sensaciones.
De vuelta a la pequeña ciudad, la verdad es que todo esta cuidado de una manera muy rudimentaria y simpática, porque por un lado ves que se cuida mucho el color de las construcciones, pero que a pesar de ello hay algunas muy viejas y poco tratadas (imag04), y en cambbio los lugares históricos más conocidos estan restaurandos de manera que atraiga al buen turismo a tomarse algo entre sus paredes y cerca del mar, pero siempre bajo el influjo de las numerosas culturas que han pasado por esas costas (imag05).
La tranquilidad de sus playas llenas de gaviotas, lo bien que comimos en el restaurante recomendado por el guia, y lo pintoresco de sus calles, hicieron que nos sintieramos casi como en Mediterráneo y como en casa. Parecía más una ciudad balneario, que una ajetreada ciudad de costa. Muy agradable y tranquila, una visita que si merece también la pena, para entender mejor esta cultura a medio camino entre el mar y la montaña.
A tan sólo 3.30h de coche de la ciudad Ocre, se encuentra este enclave portuario por el que los portugueses pasaron hace años y en el que dejaron no sólo el rastro de construcciones típicas de su cultura (imag01), como los castillos o fuertes junto al mar para vigilar la llegada de barcos, y cuya construcción esta mochila ya conocía de Brasil.
La zona del puerto fue para mi, sin dudas, la mejor de la visita puesto que allí el tiempo parecía haberse detenido, los pescadores llegaban en barcazas de madera pintadas en color azul oscuro (imag02), pero lo más impresionante fue ver los "astilleros" donde se seguían construyendo barcos a la manera artesanal, con madera, y viendo todas sus costillas, viendo el proceso en los diferentes cascos dispuestos unos al lado de otros(imag03). Sentir el olor de mar, los gritos de los pescadores al llegar y estar viendo esos esqueletos en construcción fue una de las mejores sensaciones.
De vuelta a la pequeña ciudad, la verdad es que todo esta cuidado de una manera muy rudimentaria y simpática, porque por un lado ves que se cuida mucho el color de las construcciones, pero que a pesar de ello hay algunas muy viejas y poco tratadas (imag04), y en cambbio los lugares históricos más conocidos estan restaurandos de manera que atraiga al buen turismo a tomarse algo entre sus paredes y cerca del mar, pero siempre bajo el influjo de las numerosas culturas que han pasado por esas costas (imag05).
La tranquilidad de sus playas llenas de gaviotas, lo bien que comimos en el restaurante recomendado por el guia, y lo pintoresco de sus calles, hicieron que nos sintieramos casi como en Mediterráneo y como en casa. Parecía más una ciudad balneario, que una ajetreada ciudad de costa. Muy agradable y tranquila, una visita que si merece también la pena, para entender mejor esta cultura a medio camino entre el mar y la montaña.
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