Si por algo quedará marcada para siempre nuestra visita a Beirut del pasado mes de Noviembre de 2015, es porque aterrizamos precisamente el mismo día del último atentado terrorista que azotó a la ciudad. Pero también, si algo aprendimos aquel día y ese fin de semana que pasamos allí, es que en esta zona del mundo y para su desgracia, están tan habituados a esta barbarie, que la normalidad (dentro de lo que cabe) fue la nota dominante de nuestro fin de semana.
Supongo que cuando algo se convierte en tan habitual que pasa a ser algo del día a día, todo tiene una importancia más relativa, incluso si es un atentado. Lo curioso del asunto es que al aterrizar nadie nos dijo nada en el aeropuerto, que al ir a buscar un taxi a la puerta de la terminal, sucedió lo de siempre: decenas de hombres locales pretendiendo engañarte y llevarte por tres veces más del precio habitual a tu destino, y en un estado como Libano hoy en día, mucho policia o militar armado en la puerta. A nuestra llegada en mitad de la noche al hotel, tampoco nadie dijo nada, y sólo cuando conseguimos conectarnos a la wifi del mismo, el aluvión de mensajes.
Al día siguiente uno que no está habituado a noticias así se levanta con sensación de inseguridad, pensando en todo lo que le han dicho por whatsapp acerca de lo que podía haber sucedido, leyendo los periódicos y sus crónicas que desde muy lejos, unos periodistas sentados en su sillón en España o Europa describen un lugar que sólo han oído nombrar y que no sabrían ni colocar en el mapa. Pero la persona que está allí en ese momento, y ha visto la normalidad con la que se vive todo, decide salir a tantear el terreno esa misma mañana, porque el verdadero viajero sabe que el mundo está lleno de seres humanos.
Y la sensación es de normalidad, la gente sigue viviendo, en un país que ha duplicado su población a causa del éxodo sirio, un atentado es muy poca cosa. La gente está sobreviviendo como puede pero bien, porque en Beirut, los libaneses saben de la fragilidad de la vida, la han visto en sus vecinos y en ellos mismos muchas veces a lo largo de la historia, y saben que todo tiempo pasado siempre va a ser peor que el que estamos por disfrutar, así que hay que mirar al Mediterraneo y alegrarse por estar ahí, por estar vivo, y por poder disfrutar de un día más, asi que eso hicimos, y disfrutamos, y mucho.
Beirut es una ciudad muy dinámica y plural, que igual se asoma al mar que se esconde junto a las montañas, que igual te muestra un paseo marítimo, como te hace perderte por un zoco. Y su gente amable y simpática, no deja de sorprenderse de que ese día un europeo haya decidido ir allí a pasar un fin de semana. Y te mezclas, absorbes la cultura, las sensaciones y los olores de la cocina libanesa, de las más ricas y similares a las del otro lado del Mare Nostrum, y cuando piensas en la fragilidad del momento en que estas viviendo, llega la noche. La ciudad se enciende, la gente sale a disfrutar de las terrazas y balcones, del alcohol (porque no son musulmanes sino una mezcla de todas las religiones, el país más plural de la zona) del jolgorio y la alegria, y ves que todo sigue en su sitio.
Se acaba el día y empieza el siguiente, pero al siguiente te das cuenta que lo que tu pensabas que era una ciudad y lugar frágil donde estar, es casi más seguro que estar ese día siguiente en Europa, en concreto en París, ya que una masacre todavía peor sucede allí en la ciudad donde nadie imaginaría, donde todo es seguridad y robustez, donde no hay fragilidad. Es entonces cuando sabes que la vida son momentos, decisiones y un poco de fortuna. Así es la vida para todos, y a partir de ahí cada uno juega la partida como quiere para intentar aprovechar lo mejor posible esta "mano" que se nos ha dado. Eso si, hay algunos que sabemos la fortuna que tenemos de haber nacido del otro lado del Mediterraneo, y queremos seguir descubriendo cómo vive cada ser humano de este mundo, porque de todos ellos se aprende algo bueno.
Lo malo, aunque nos lo pongan mucho más por la televisión, es mucho más marginal que lo bueno que sucede en el mundo, sólo hay que salir a buscarlo y saberlo observar, no perdamos nunca esto de vista.
Con todo mi cariño y corazón para todos los que de una manera u otra, se sientan parte de este pensamiento-relato.
Supongo que cuando algo se convierte en tan habitual que pasa a ser algo del día a día, todo tiene una importancia más relativa, incluso si es un atentado. Lo curioso del asunto es que al aterrizar nadie nos dijo nada en el aeropuerto, que al ir a buscar un taxi a la puerta de la terminal, sucedió lo de siempre: decenas de hombres locales pretendiendo engañarte y llevarte por tres veces más del precio habitual a tu destino, y en un estado como Libano hoy en día, mucho policia o militar armado en la puerta. A nuestra llegada en mitad de la noche al hotel, tampoco nadie dijo nada, y sólo cuando conseguimos conectarnos a la wifi del mismo, el aluvión de mensajes.
Al día siguiente uno que no está habituado a noticias así se levanta con sensación de inseguridad, pensando en todo lo que le han dicho por whatsapp acerca de lo que podía haber sucedido, leyendo los periódicos y sus crónicas que desde muy lejos, unos periodistas sentados en su sillón en España o Europa describen un lugar que sólo han oído nombrar y que no sabrían ni colocar en el mapa. Pero la persona que está allí en ese momento, y ha visto la normalidad con la que se vive todo, decide salir a tantear el terreno esa misma mañana, porque el verdadero viajero sabe que el mundo está lleno de seres humanos.
Y la sensación es de normalidad, la gente sigue viviendo, en un país que ha duplicado su población a causa del éxodo sirio, un atentado es muy poca cosa. La gente está sobreviviendo como puede pero bien, porque en Beirut, los libaneses saben de la fragilidad de la vida, la han visto en sus vecinos y en ellos mismos muchas veces a lo largo de la historia, y saben que todo tiempo pasado siempre va a ser peor que el que estamos por disfrutar, así que hay que mirar al Mediterraneo y alegrarse por estar ahí, por estar vivo, y por poder disfrutar de un día más, asi que eso hicimos, y disfrutamos, y mucho.
Beirut es una ciudad muy dinámica y plural, que igual se asoma al mar que se esconde junto a las montañas, que igual te muestra un paseo marítimo, como te hace perderte por un zoco. Y su gente amable y simpática, no deja de sorprenderse de que ese día un europeo haya decidido ir allí a pasar un fin de semana. Y te mezclas, absorbes la cultura, las sensaciones y los olores de la cocina libanesa, de las más ricas y similares a las del otro lado del Mare Nostrum, y cuando piensas en la fragilidad del momento en que estas viviendo, llega la noche. La ciudad se enciende, la gente sale a disfrutar de las terrazas y balcones, del alcohol (porque no son musulmanes sino una mezcla de todas las religiones, el país más plural de la zona) del jolgorio y la alegria, y ves que todo sigue en su sitio.
Se acaba el día y empieza el siguiente, pero al siguiente te das cuenta que lo que tu pensabas que era una ciudad y lugar frágil donde estar, es casi más seguro que estar ese día siguiente en Europa, en concreto en París, ya que una masacre todavía peor sucede allí en la ciudad donde nadie imaginaría, donde todo es seguridad y robustez, donde no hay fragilidad. Es entonces cuando sabes que la vida son momentos, decisiones y un poco de fortuna. Así es la vida para todos, y a partir de ahí cada uno juega la partida como quiere para intentar aprovechar lo mejor posible esta "mano" que se nos ha dado. Eso si, hay algunos que sabemos la fortuna que tenemos de haber nacido del otro lado del Mediterraneo, y queremos seguir descubriendo cómo vive cada ser humano de este mundo, porque de todos ellos se aprende algo bueno.
Lo malo, aunque nos lo pongan mucho más por la televisión, es mucho más marginal que lo bueno que sucede en el mundo, sólo hay que salir a buscarlo y saberlo observar, no perdamos nunca esto de vista.
Con todo mi cariño y corazón para todos los que de una manera u otra, se sientan parte de este pensamiento-relato.
5 comentarios:
Me ha conmovido el relato. Gracias por tenernos siempre al día de otras realidades que aunque lejanas en el espacio, como seres humanos compartimos.
Hola! Me gustó mucho lo que comentaste de natal,quisiera que me dieras mas información y tal vez algunos consejos.Soy de Buenos Aires y no conozco ese lugar,me gusta mezclarme con la gente y los hoteles y cosas armadas no me atraen.Si tienes algún contacto de alguien que vive alli y recibe turistas,por favor,me gustaría saber,para contactarme! Gracias!!
Articulo supremo, tomando el pulso real de la situación. Has sabido captar el espíritu de la vida, en uno de los lugares mas controvertidos en la actualidad. Y la carta de naturalidad que le das al relato, forma parte del día a día de tantos y tantos seres humanos buenos que viven en nuestro variado mundo. No todo es la bondad a la que estamos bastante acostumbrados en algunos lugares. Hay otras formas de vida ahí fuera...
Trataba de transmitir lo que había sentido estando allí y demostrar una vez más que hay más gente normal en el mundo de las muestran los telediarios. Si uno se fiase sólo de lo que en ellos se dice, nunca saldría de casa, y hay muchas cosas maravillosas por las que hacerlo, y salir a descubrirlas es fascinante. Aunque tengas que encntrarte a veces con momentos tan feos y serios como este.
HOla Noemi, no se a qué post del blog te refires de Natal, pero hace ya 10 años que estuve allí y no conozco a nadie, siento no poder ayudarte esta vez.
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