Cuando uno aterriza en Dubai entre desiertos y dunas, no sabe exactamente que espera de la ciudad. La sorpresa no es el precio de salida del taxi en el aeropuerto, 25 AED, que son unos 5 euros, ni siquiera la cantidad de autopistas, y coches que circulan a toda velocidad, tampoco los grandes edificios por lo esperado, siquiera el bajisimo precio de la gasolina, 5 euros unos 20 litros. El precio medio de un hotel barato no baja de los 40 euros por persona y día en un emirato seco, el metro no lleva a casi ningun lugar de interés salvo el viejo downtown, y no hay aceras para caminar la ciudad, la bajada de bandera son 3 Dirhams, y el viaje medio unos 25, todo lo cual ahuyentaría a cualquier mochilero. Pero lo más sorprendente de Dubai sin dudas tras tres días ha sido la gente que confluye en esta ciudad-emirato, que crece desde la nada de manera exponencial. Ha sido una gran experiencia pasar unos días allí, fuera prejuicios, se le siente el pulso y las ganas de crecer y hacer las cosas bien. Eso si, ayuda mucho que la época fría, 26 grados de media, sea ahora en Navidades, porque en verano a 55 grados a la sombra no debe ser lo mismo.
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